Perderse es comenzar. Y cuando uno está perdido, lo más humano es trazar un mapa.

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Creo que los seres humanos somos la conciencia de ese todo que intenta comprenderse a sí mismo. Y el artista no es un simple intérprete, sino el gesto creador en su forma más pura: la voz de lo invisible buscando encarnarse.

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Dasein nació como un acto de fuga. Un mundo abierto por el lápiz de un niño: un umbral hacia civilizaciones imaginarias, ciudades que jamás tuvieron lugar en la geografía y, sin embargo, vivían. Quizá Dios creó este mundo por aburrimiento, o por una necesidad urgente de contarse.

Con el tiempo, aquel refugio cambió. Dasein dejó de ser escape y se volvió espejo. En sus mapas descubrí que no solo dibujaba fantasías:

Dibujaba mi propia vida. Ahí estaban las instituciones que me formaron, los lazos con mi familia y mis amigos, mis emociones más hondas. Todo entretejido como un vasto mapa de símbolos, una arquitectura de mitos personales.

Dasein es ahora mi cartografía del ser.
Un territorio donde lo imaginado y lo vivido comparten suelo.
Un espacio donde crear es recordar y, al mismo tiempo, inventar.
Porque crear no es huir: es la forma más honesta de existir.